Hola a todos y bienvenidos una vez más. Aquí me encuentro de nuevo para traeros las últimas noticias musicales. En esta ocasión vengo para presentaros a un gran artista: ¡Myriam Swanson! Y bueno, ¡comencemos!
Este esperado trabajo, producido por Martín García Duque (conocido por colaborar con Morgan, The Limboos y Aurora & The Betrayers), y mezclado y masterizado por Eddie Al-Shakarchi en Londres, quien ha trabajado con artistas como Boy Azooga y Michael Kiwanuka, marca un giro audaz y refrescante en el sonido de Swanson, alejándose de las raíces sonoras que exploró con "Flamingo Tours", "Magnolia" y "The Rhythm Treasures".
La polifacética artista estará presentando "Calígula" en Barcelona (13 de marzo, La Nau) y Madrid (29 de mayo, El Sol).
Todos, en alguna ocasión, hemos llevado una máscara o puesto una careta. Con la idea, simplemente, de ocultarnos bajo otras personalidades: unas nos agradan y otras no. Es más, unas sí encajan y otras quedan ahí descolocadas. En cualquier caso, Myriam Swanson no es sospechosa de aparentar algo que no es; va de frente, con unas cartas que descubre con descaro y arrojo. Myriam es víscera (mucha) y es corazón (enorme). Luchadora innata e incansable, se viste de lo que haga falta para cantar. Le atrae por igual el atrezo de mexicana, llevar unas pistolas por si la cosa se pone fea y ponerse con gesto bonito una magnolia en el cabello. Y así, con esos trajes, dispara al garage, al jazz, al punk. Y a su lado, para inmortalizarlo, las fotografías de Noemí Elias.
Son años de batalla que la han llevado al lugar donde está ahora, convencida con esa nueva cara musical, un proyecto que, cuanto menos, generará sorpresa. Y aplausos. Muchos aplausos. Eso que un músico, cuando está sobre un escenario, agradece tanto. También fuera de él, al leer una buena reseña, atendiendo a una alabanza o un comentario generoso. Les aseguro, eso sí, que Myriam no vive pendiente de eso. Aunque bueno, a nadie le amarga un dulce. Y a ella, gracias a este "Calígula" le van a llover caramelos, merecidos y muy trabajados.
Desde esa valentía que siempre demostró como seña de identidad. Si bien, en un pasado se movió, con pequeños virajes, en zonas de confort. Ahora ya, renuncia a lo conocido y a lo establecido. Sin ambages, sin tener que responder a nadie. Esta es la Swanson más genuina, una versión más atrevida que, más pronto que tarde, un día tendría que ver la luz. Diría más, esta versión reformulada de sí misma ya no necesita de máscaras, tampoco de caretas. ¿Quien a estas alturas necesita de ellas? Ni siquiera, las canciones, que son protagonistas (no nos olvidemos de todo esto).
Así que, como la pretensión de Myriam es la de no aburrir, no vamos a comentar una a una cada canción. Es el momento de descubrirlas. A ciegas, sin dilación. Pero como avance, confirmar que en "Calígula" hay rock. Sí, vaya, qué novedad. "Eso ya lo sabíamos", dirán algunos. Lo que desconocíamos (sólo en parte) era el resto: una sonoridad con apuntes electrónicos, ese fuzz guitarrero tan seductor, algunas sombras del trip-hop y las luces del dream-pop, ambientes urbanos, el canalleo de una Blues Explosion y el misterio de soslayo de The White Stripes. Todo ello, bajo la supervisión de Martín García Duque (clave en cómo se sujeta el sonido). Con la misma sintonía e intención que el día que David Byrne conectó con St. Vincent.
Asimismo, la presencia de músicos, todos ellos, contrastados. En ese elenco, y como colaboradores, guitarristas como Riki Frouchtman (Maren, Elefantes, Jarabe de Palo), Pere Mallén (Nikki Lane) o, Jordi Mena (Bunbury), los baterías Charly Sardà (Manolo García) y Juli Manté (El Twanguero), y a las cuatro cuerdas del bajo, Paco Cerezo (Jero Romero) y Miguel de Lucas (Rufus T. Firefly). Luego, la banda en directo, la formarán Martin, Paco, Riki y Charly.
Y como un punto aparte, la voz de Myriam Swanson. Jugando con ella, desde la disciplina y, también, desde la osadía. Sí, cierto, polos opuestos que se atraen. Ella, en esta carretera, mide más el tono y, asimismo, se aventura a experimentar. Con la que empieza, mezclada por Eddie Al-Shakarchi quien ha trabajado con artistas como Boy Azooga y Michael Kiwanuka, es “Free To Go” (muy sensual y sexual), que no parece la misma que acaba en "Spit It Out”, mezclada por Jim Diamond (Sonics, The White Stripes) y ese aire profundamente neoyorquino. Luego está la que cabalga con mano de hierro por el castellano: en "Calígula" es puro misterio (lynchiano, sí se quiere) o en “En la oscuridad”, producida con Ander Agudo (Macaco, Nubla), se da la mano con esas jóvenes intrépidas que beben del indie y en "En mano de santo", más o menos lo mismo, pero más profundo y nostálgico.
Ah, ¿y de qué hablan las canciones? Pues de aquello que la atrae, pero también, de aquello que la molesta. Sobre todo, ese cinturón que llevamos a la cintura con tantas reglas y normas. Las del día a día y las que nos impone esa sociedad avara. Como esa cucaracha de Kafka en “Samsa: no queda más remedio que matarla con insecticida, pero produce pesadillas escuchar sus pequeñas patitas en el cristal. Y luego, claro, el amor y el desamor (cómo sostener ambas cosas), la ansiedad y no saber entablar amistad con la paciencia y, lógicamente las discrepancias internas, qué somos y qué mostramos al exterior. Pues eso, estas son las cosas de "Calígula". Y las de Myriam Swanson, una mujer auténtica, soñadora pero realista y que, a la vista de lo que enseña en este disco, demuestra que no tiene miedo a nada. Fuera máscaras, fuera tabúes.
Os dejo por aquí el videoclip de "EPHEMERE". ¡No os lo perdáis!
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